Un día cualquiera de noviembre

Olvidemos por esta vez las noticias y revisemos, serenamente, cómo es un día de noviembre. Pongamos por caso que el despertador suena a las siete de la mañana y hay que levantarse. Pues nada, te levantas, te vas al aseo, alzas la tapadera del water y haces pis. Después te duchas, te acicalas, preparas el café con leche, la tostada, miras el reloj y sales como un avión al percatarte que es hora de estar trabajando y permaneces todavía en casa.

Llegas al trabajo, pero como es noviembre no tarda nada en interrumpirte un compañero con amabilidad. Treinta segundos después descubres que su amabilidad se debe a que tiene un talonario con lotería de Navidad de su peña ciclista, o de su cofradía, o de la asociación de amas de casa, o del centro excursionista, o del coro parroquial, qué más da. El caso es que lleva lotería y te ha cortado la retirada.

—Es a tres euros la papeleta –te informa–.

Pagas los tres euros del servicio mínimo y prosigues tu trabajo.

Abres el correo electrónico y, de pronto, el buzón recibe treinta y ocho mensajes. Entre ellos hay nueve muy especiales. El primero es de un amigo que asegura tener lotería y pregunta cuánta quieres. El segundo, tercero y cuarto proceden de otros conocidos, que también se preocupan de que sepas que les queda lotería. El quinto es un chiste. El sexto un virus. En el séptimo y octavo te preguntan si quieres participar en la compra de un décimo. Te ponen hasta el número, para que escarmientes si te niegas y toca. El noveno no hay manera de abrirlo.

Luego, en los minutos del bocadillo vas al bar de siempre y la dueña te señala tres talonarios, pasándote presupuesto.

—Si quieres una de cada, son nueve euros en total.

Ahora piensas que podrías estar en el mar, a diez metros de profundidad, con una caña larga en la boca por la que respirar. Quizá pensando en aguantar allí hasta que pase el sorteo del 22 de diciembre, al margen de todo. Pero ni eso sirve cuando te descubre un buceador y te vende seis papeletas del club submarinista.

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO



Categorías:Opinión

Etiquetas:

1 respuesta

  1. Precisamente ese ha sido el comentario con Lourdes cenando hace un momento.

    Me gusta

Deja un comentario